Hay una chance de dejarte en el pasado, de esquivar el contacto de tus ojos brillantes por miedo, o tal vez por venganza, y esa sensación de poder me hace sentir enorme ante tus pies torcidos (pobres idiotas).
Puedo adueñarme de tus pasos, de tus manos en las texturas desconocidas, granos de café y azúcar en las rodillas, si queres retorcerte en la incertidumbre hasta que dejes de ser.
Puedo acariciar a la consiencia y dejarte en una caja de cristal, salvarte de mis gritos-arañazos, de la tela araña de mis indecisiones, de mis penas no solidas.
Esta este egoismo que me invita a salvarme. Este algodón de frutillas tienta a la caida con brazos abiertos sobre su suavidad, para que el rebote me lleve a mordisquear una nube.
Mientras tanto, hay una habitación, un piso de maderas confortables para dejar que el cuerpo se deshaga en él, y mucha música a todo volumen.
Mientras tanto, hay una habitación, un piso de maderas confortables para dejar que el cuerpo se deshaga en él, y mucha música a todo volumen.
(que se vuele el techo a pedazos y salga todo para arriba, que haya una explosión y yo pueda seguir así, once de la mañana, el pelo revuelto, las piernas abiertas, esta infinita sonrisa y la imnensidad desparramada sobre el suelo)
